“Le hicimos 10 pedidos al presidente Correa y los cumplió, y por eso le decimos 10 veces “SÍ” en la consulta”, clamó una de las autoridades locales de la provincia del Chimborazo, ante la atenta mirada de los aldeanos de la zona, afectados por la nube de ceniza tóxica que emite el volcán Tungurahua desde el pasado 20 de abril.
Los diez pedidos a los que hacía referencia la autoridad es la ayuda humanitaria, alimenticia y sanitaria que en la última semana han sido repartidos en la región por el Ministerio de Agricultura y la Secretaria Nacional de Gestión de Riesgos.
Los habitantes del área, con extrema humildad, escuchaban sus palabras y en orden y silencio retiraban los sacos de 22 kilos con fríjoles, arroz, avena, aceite y atún, que les da ‘generosa y gratuitamente’ el Gobierno.
¿Generosa y gratuitamente? Pues no tanto, si se tiene en cuenta que cada uno de las entregas se hacía bajo el paraguas de la Revolución Ciudadana, y que varias autoridades se afanaban en señalar la importancia de apoyar el Gobierno y (de una forma más o menos clara), dar el “Sí” en el referéndum de mañana.
"Llamo a los ciudadanos a que nos mantengamos unidos apoyando la gestión del Gobierno Nacional, que como en este caso sigue dando muestras del compromiso con los más pobres", dijo el Gobernador de la provincia del Chimborazo, Carlos Castro, a los aldeanos reunidos para recibir la ayuda.
“El gobierno de la revolución ciudadana, el gobierno del economista Correa busca a toda costa justamente es favorecer a toda costa a los pequeños agricultores a los agricultores pobres y empobrecidos que jamás fueron atendidos por otros gobiernos”, afirmó Lucy Maldonado, del Ministerio de Agricultura.
Ante un semejante desastre, que ha afectado a más de 25.000 personas, según el Gobierno, y ha destruido miles de hectáreas de campos de cultivo que eran el único sustento de muchas de estas personas, me parece que el ‘canje’ de comida por votos un acto abominable.
La ayuda se ofrece sin medidas, y más aún a los más necesitados.
Pues la humildad y dependencia de los aldeanos de la zona los convierten en un rebaño fácilmente manipulable: votarían por el Sí, por el NO, por el Me Da Igual, e incluso apoyarían una Dictadura Militar.
Lo que quieren, como todos, es llenar el estómago.
Será mi inocencia, o la creencia en algunos valores. Pero esta mezcla de clientelismo y filantropía me parece de lo más pérfida. Si estuviera en España, me sentiría retroceder hasta los tiempos del caciquismo, con un mandamás que lo controlaba todo en un supuesto sufragio universal.
Además, espabilados políticos, ¿no os dais cuenta que el mejor ‘marketing’ ya es la etiqueta institucional que llevaban todos los alimentos?
Compañeros me cuentan que es normal en Latinoamérica, que aquí toda ayuda tiene un precio político, sea del color que sea. Sin embargo, creo que por habitual no debería relativizarse semejante práctica.
Y para el indeciso, vamos a dejar que estos menores proselitistas nos den la visión correcta sobre qué votar mañana: