domingo, 14 de agosto de 2011

La reina del hormiguero


Tengo la sensación que en aras del progreso se prostituye diariamente la maltrecha LIBERTAD. Ejemplos como el de ayer, en un festival al aire libre llamado Quitofest (con parte de financiación pública) no hace más que corroborar mi opinión.
Antes de entrar, te hacía un cacheo extensivo y te retiraban cinturones, botellas, bebida e incluso el tabaco! Los motivos, era un festival verde y no se podía fumar dentro del espacio, en el Parque del Itchimbía.
En conclusión veías a los más precavidos escondiéndose sus cajetillas en los calzoncillos, cuales camellos, y dentro, como no podía ser de otra manera, te encontrabas a los míticos vendedores ambulantes. Entre ellos muchos niños, que te ofrecían el cigarrillo de turno. Nada más contradictorio.
Los motivos para no poder entra bebida ni cigarros pueden tener su lógica, aunque me parece que se relaciona con un avance más de muchas sociedades hasta el control de su individuo. A menudo me siento como en “V de Vendetta”.
Con eso de ofrecernos protección, el estado-sistema va conquistando parcelas que antes correspondían al individuo.
Leyes antitabaco, que prohíben fumar lo que ellos mismo venden, control en las calles, leyes anti-bebida. Y un sinfín de normas cívicas y ordenanzas municipales – Barcelona es especialista en ello – que nacen para aplastar todo intento de disconformidad, o de mera naturalidad. ¿Deberían multarte por ir sin camiseta por la calle?
En Ecuador, por ejemplo, rige la prohibición de suministrar alcohol los domingos. Según cuentan mis amigos ecuatorianos, esto lo impuso el presidente porque en el país la gente se chumaba mucho los fines de semana, y no trabajaba los lunes.
¿No sería mejor educar a la gente a que bebiera con responsabilidad? De esta forma, restaurantes y bares no verían afectados sus negocios en un día tan importante para la recaudación como el domingo.
Pero medidas que premien la ética y la educación son mucho más difíciles de aplicar. Y en un paternalismo ilustrado como el de acá, es más efectista (y populista) cortar por lo sano.
Todo esto son observaciones que influyen tangencialmente tu cotidianidad. Pero es para mí una señal inequívoca que lo del ‘laissez-faire’, en todo menos en la economía, se terminaron para el hombre. Ese viejo concepto de “La libertad de uno termina donde empieza la del otro” se diluyó con el tiempo.
Todos sabemos que nunca llueve a gusto de todos. Y por ello el respeto al otro es básico. Pero a veces me gustaría encenderme un pitillo (yo, que estoy dejando de fumar), sin preocuparme por el qué, el cómo y el cuándo.
Y sentirme por un momento la reina de este enorme hormiguero en el que nací predestinado para ser obrero.

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